El día en que te tienes que marchar.
- eliyanesromero92
- 4 may
- 2 Min. de lectura
Elizabeth Yanes Romero
1 de mayo de 2025
Y de repente un día te das cuenta que te tienes que marchar, no importa cuantos miedos tengas, cuanta nostalgia, la nostalgia no pesa, los miedos no se ven, mejor dicho, los miedos no se pueden ver; hay que disimularlos bien, la vida no espera, el mundo no es amable con quienes muestran su miedo.
Y me fui, ya se habían ido otros antes y se han ido tantos después…
Había leído una vez una frase de alguien que decía algo así: cuando emigramos nos convertimos en algo que flota, dejas de ser de allá porque ya no estás, pero tampoco eres de aquí, y nunca lo serás, no importa cuanto tiempo pase, no importa cuanto logres, no importa cuán lejos hayas escapado, cuántas cosas bellas vean tus ojos, tu corazón no vuelve a sentirse completo nunca más .
Hay días, la mayoría de ellos en que nos sentimos afortunados, nos sabemos dichosos y agradecemos; pero luego, de repente, una tarde gris, un aroma, una canción, un olor, cualquier cosa nos trae un recuerdo , y llega la nostalgia, esa que no pesa, que no se ve, pero que invade, y te traslada a un verano, o a un parque, a la casa de la abuela, de esa abuela a la que ya no puedes ir a ponerle una florecita o de ese abuelo al que no pudiste sujetarle la mano mientras cerraba sus ojos y te llenas de tristeza porque recuerdas que aquí no está la calle que te llevaba a tu escuela, ni el camino a casa, ni la niña de enfrente, nadie te recuerda de antes, ningún camino lleva tus pasos, y esa nostalgia envuelve a su vez, la magia de los primeros comienzos, y sabemos que hay que ser fuertes, pero a veces, se cansa el corazón porque en nuestra tierra está ese sitio que es nuestro, que nos pertenece por derecho, no tenemos que esforzarnos para encontrar un lugar, no hay que traducir constantemente el alma, no hay que reclamar nada.
Luego recordamos por qué nos fuimos, nadie se marcha porque quiere, nos obligan, nos arrebataron el derecho de quedarnos, y duele, casi todos los días nos recodamos cuánto duele, en medio de un paseo, al otro lado del océano, no importa cuán lindo sea el sueño que vivimos, recordamos y duele, saboreamos la nostalgia, sabemos muy bien a qué sabe.
Porque allí, en aquella callecita, en ese pueblito hay una casa y esa casa es tu hogar, tras esas paredes está tu infancia, tus recuerdos, tus muertos y eso no hay sitio en el mundo que pueda devolvértelo. Entonces, comprendes que esa nostalgia te va a acompañar por el resto de tu vida mientras luchas cada día, en lo que aprendes nuevos dichos y pruebas nueva comida, por no olvidar la tuya, y cargas la rabia y la angustia de quien sufre el destierro, de quien no se fue porque quiso si no porque le echaron.
Espectacular siempre supe que el
Poder de un bolígrafo puede tocar más corazones